
Nunca había ido al Moulin Rouge solo… Cual es la diferencia de esa noche con respecto a otras veces que he ido?. Será la mezcla previa de varios tragos de Viejo Parr on the rocks servido en un elegante vaso corto seguido con por lo menos seis soleras verdes o el misterio de disfrutar de una noche de rock caraqueño sin ninguna expectativa de que pudiera ocurrir algo bueno?.
Hablar del molino es destacarlo como el sitio de excelencia para la movida rockera y electrónica; un lugar de encuentro para antiguos clientes de los ya cerrados Belle Epoque y La Mosca que causaron gran impacto dentro de las personas que los disfrutaron intensamente durante su reinado. Para mi es habitual ir en grupos de cuatro o cinco panas que vamos a disfrutar de las bandas y la música que se presentan en el mainroom aunque también existe un ambiente electrónico con dj residente anexo a esta sala. Ir en solitario a este antro underground caraqueño no forma parte de mi personalidad y me suelen acompañar mis amigos más cercanos. No tengo ningún problema en identificarme como un maracayero reencauchado a caraqueño por los años que tengo viviendo aquí.
Ahora que diferencia ocurrió esa noche que llegue a las 2:00 am a otros días que he ido a ese lugar en los últimos tiempos.
Se encontraban los mismos porteros, los habituales mesoneros, la misma gente de seguridad, los “bien cuidado” de siempre, los proxenetas y sus putas en búsqueda de clientes, los borrachos impertinentes de todos los días dispuestos a borrarse como nada más ellos saben hacerlo, los aventureros que no conocían el local pero le han legado referencias de lo bien que se lo pasa uno allí, uno que otro Venezuelan Rockstar and Popstar and Tvstar, los jíbaros, los grupitos de chamines, las grouppies en búsqueda de resolverse con un músico o cantante, fanáticos de la banda de turno, los solitarios en los cuales me incluyo, entre otros.
Definitivamente es una inquietud y una pregunta valida. La respuesta que he logrado conseguir después de reflexionar esa misma noche entre una que otra cerveza del tobo que estaba consumiendo, fue el compromiso y entrega de la banda que amenizo desde la tarima del local la cual podría etiquetarse como un experimento sonoro que variaba de un rock setentoso tipo The Rolling Stones a un rock-pop más reciente, en donde liderizaba el guitarrista con unos riffs al estilo Jimmy Hendrix en una que otra pieza y la actitud total del bajista que me recordó los perfomances usuales de Flea de los Chili Peppers pero bajo los efectos del alcohol. Se notaba que estaban disfrutando ese toque por estar influenciados del ambiente emotivo que reinaba en el sitio o de un buen estimulante suministrado por su dealer de confianza. Esa duda siempre quedara en el aire.
Cual era el nombre del grupo que disfrute esa noche solitaria y aventurera en el Moulin Rouge?. No lo se, y estoy seguro que nunca lo sabré. Lo que si puedo garantizarles es que disfrute una velada con una banda sin ningún cartel, que sin crear grandes expectativas, puso a gozar y pedir más a la audiencia que se concentro y lamentablemente no pudieron complacerlos ya que se habían excedido en el tiempo de tarima además de ser su último toque oficial antes de disolverse como grupo.
Hablar del molino es destacarlo como el sitio de excelencia para la movida rockera y electrónica; un lugar de encuentro para antiguos clientes de los ya cerrados Belle Epoque y La Mosca que causaron gran impacto dentro de las personas que los disfrutaron intensamente durante su reinado. Para mi es habitual ir en grupos de cuatro o cinco panas que vamos a disfrutar de las bandas y la música que se presentan en el mainroom aunque también existe un ambiente electrónico con dj residente anexo a esta sala. Ir en solitario a este antro underground caraqueño no forma parte de mi personalidad y me suelen acompañar mis amigos más cercanos. No tengo ningún problema en identificarme como un maracayero reencauchado a caraqueño por los años que tengo viviendo aquí.
Ahora que diferencia ocurrió esa noche que llegue a las 2:00 am a otros días que he ido a ese lugar en los últimos tiempos.
Se encontraban los mismos porteros, los habituales mesoneros, la misma gente de seguridad, los “bien cuidado” de siempre, los proxenetas y sus putas en búsqueda de clientes, los borrachos impertinentes de todos los días dispuestos a borrarse como nada más ellos saben hacerlo, los aventureros que no conocían el local pero le han legado referencias de lo bien que se lo pasa uno allí, uno que otro Venezuelan Rockstar and Popstar and Tvstar, los jíbaros, los grupitos de chamines, las grouppies en búsqueda de resolverse con un músico o cantante, fanáticos de la banda de turno, los solitarios en los cuales me incluyo, entre otros.
Definitivamente es una inquietud y una pregunta valida. La respuesta que he logrado conseguir después de reflexionar esa misma noche entre una que otra cerveza del tobo que estaba consumiendo, fue el compromiso y entrega de la banda que amenizo desde la tarima del local la cual podría etiquetarse como un experimento sonoro que variaba de un rock setentoso tipo The Rolling Stones a un rock-pop más reciente, en donde liderizaba el guitarrista con unos riffs al estilo Jimmy Hendrix en una que otra pieza y la actitud total del bajista que me recordó los perfomances usuales de Flea de los Chili Peppers pero bajo los efectos del alcohol. Se notaba que estaban disfrutando ese toque por estar influenciados del ambiente emotivo que reinaba en el sitio o de un buen estimulante suministrado por su dealer de confianza. Esa duda siempre quedara en el aire.
Cual era el nombre del grupo que disfrute esa noche solitaria y aventurera en el Moulin Rouge?. No lo se, y estoy seguro que nunca lo sabré. Lo que si puedo garantizarles es que disfrute una velada con una banda sin ningún cartel, que sin crear grandes expectativas, puso a gozar y pedir más a la audiencia que se concentro y lamentablemente no pudieron complacerlos ya que se habían excedido en el tiempo de tarima además de ser su último toque oficial antes de disolverse como grupo.
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